miércoles, 1 de octubre de 2014

Telón

Los nervios se sienten en las voces. El aire está eléctrico, denso, casi masticable. Hay gente cambiándose, maquillándose. Hablamos de temas varios, rondando el que es central: nuestra última función.

Un camino largo nos trajo aquí. Sudor, lágrimas y sangre de mentira, pero no por eso menos influyente. Dos horas nos separan del final de esta creación etérea que parimos entre todos: lo que falta para que empiece la obra, y la duración de ese universo mágico que aparece en escena.

Sabemos que, como todo fin, también es un principio. El principio de lo que viene, lo que está todavía intangible pero que, sin embargo, existe en algún espacio de expresi al alcance de la mano laboriosae de las cadenas de la realidad para poder transformarla.ón al alcance de la mano laboriosa.

El trabajo, ahora, es encontrar lo nuevo. Sudar otra vez. Llorar otra vez. Sangrar otra vez, aunque el fluido sea de utilería. Que esa es la magia del teatro: mostrar la verdad mintiendo. Mentir con honestidad. Liberarse de las cadenas de la realidad para poder transformarla.

Cae el telón. La obra termina. La vida continúa. 

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