La gente me pregunta si estoy nervioso.
Si hoy, que es la gran noche, me siento diferente. Y lo cierto es que no sé qué
contestar. Yo, el verborrágico, no encuentro palabras exactas.
Nervioso-nervioso no estoy. Lo que sucede
antes de salir a escena sólo lo conoce quien lo ha experimentado, y no es
nerviosismo. Tampoco miedo. Es una mezcla de ambas, matizada con un montón de
otras más, que nos conmueven de una forma poco habitual en la modernidad diaria
que nos atraviesa.
Soy Neil Armstrong dando el primer paso
en la Luna. Soy Arquímedes sumergiéndose en la tina buscando la respuesta a un
problema en apariencia inatacable. Soy Darwin en la Gran Galápagos, intentando
entender porqué hay tantos pinzones diferentes en esas islas.
Sensación de descubrimiento es lo que me
atraviesa. Un gran salto al vacío, diría, si no fuera porque el vacío está
lleno de trabajo. Y, si tenemos suerte hoy, de generosidad y amor, de comunión
y sentires.
Es noche de estreno. Me siento vivo.
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