Ella es pequeña y frágil, enorme y
resistente, como sólo puede serlo una mujer poética, una fémina hecha de letras.
Recorre grandes distancias con pasitos cortos; sus piernas quieren alargarse
pero la biología no lo quiso así. Y sin embargo, camina a grandes trancos,
pisando firme aunque tenga sueños de zapatos de cristal.
Tiene historia en la piel. Tiene hijos e
hijas, aunque no parió nunca; quizá alguno de ellos la dio a luz en un día de
sol con lluvia, esa lluvia fina que a veces hay en Buenos Aires. Huele a menta,
y a tierra conurbana. La contradicción entre ciudad y campo es parte esencial
de su extranjería: siempre estuvo afuera, mirando desde dentro.
Ella baila y disfruta; mientras canta,
sueña con un día tener un sueño propio. A veces se pierde, pero eso le pasa
cuando no confía en la brújula con la que vino al mundo: la de su corazón, que
es la única a la que, en última instancia, hay que prestarle atención. En los
fragmentos de sus sueños es todo, y por eso se enoja cuando la realidad se lo
niega. Quizá todavía necesite aprender que tener todo es demasiado parecido a
no tener nada; y que tener lo que uno realmente desea se siente como sujetar al
mundo en la mano.
Romántica y pornográfica, coge con el
alma y ama con su entrepierna, un amor tórrido de lecturas obscenas de domingo
soleado, indulgente, con dulce de membrillo. Amor Fogwilliano, con
desesperación de vida entreverada con su Tánatos.
Ella quiere pertenecer y ser libre, y la
contradicción a veces le duele. Pero después recuerda que la mayor libertad es
la de ponerse cadenas voluntarias, porque se disipan cuando es necesario. Su
paradoja: querer ataduras que la suelten.
Sabe lo que no sabe pero no sabe lo que
sí. Y esa condición Schrödingeriana la mantiene en perpetuo movimiento,
fluctuando y fluyendo entre formas. La desesperación de cristalizar a veces le
gana porque la carne siempre es más débil que lo inmaterial, aunque sea
infinitamente más satisfactorio tocar que pensar.
Ella está llena de amor, y de miedo de no
tener a quién dárselo. Llora cuando está feliz, riéndose de su dolor; y es
cierto que esa es la mejor forma de atravesar ambos estados, según dice gente
que presume de saber.
Es la chica de algodón de azúcar.
Es la chica de Copo de Nieve! xD
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